jueves, 8 de marzo de 2012

GALLARDÓN RESUCITA A LA SECCIÓN FEMENINA


GALLARDÓN RESUCITA A LA SECCIÓN FEMENINA

La argumentación del ministro Gallardón para justificar la reforma de la Ley del Aborto que prepara casi desde el minuto uno de su toma de posesión al frente de Justicia es el mayor ejemplo de rancio y recio paternalismo ibérico que nos han regalado nuestros gobernantes.

Cuando el ministro ha hablado de “violencia estructural contra las embarazadas”, me han venido a la cabeza todas las agresiones que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo, embarazadas o no, pero más aún si lo están: marginación profesional, discriminación salarial, violencia de género, exclusión cuando no se someten a las reglas que comprimen su rol social… En fin, que el abanico de posibilidades para encontrar un motivo en el que apoyar tamaña afirmación es amplio y variado. Lo que no he sido capaz de entender es la relación existente entre los factores que siguen relegando a las mujeres a un papel secundario y oprimido y su capacidad para tomar la decisión de seguir o no adelante con un embarazo. Salvo que se quiera dar otra vuelta de tuerca y añadir un agravio más a la lista: la privación del derecho a decidir libremente.

Gallardón nos anuncia otro recorte, y no precisamente menor, en nombre de un supuesto afán proteccionista hacia las mujeres, débiles y desvalidas en el imaginario del ministro, a quienes -según se deduce de sus palabras- prácticamente se obliga a abortar cuando coinciden circunstancias que las hacen más vulnerables: estar en paro, ser menores de edad, ser inmigrantes o tener alguna discapacidad. Y encima lo dice cuando el Gobierno al que pertenece acaba de pegar un tajo con un cuchillo jamonero a los derechos de todos los trabajadores/as mediante su cuestionada reforma laboral y su efecto más dramático: el despido ‘gratis total’. Y cuando se reducen las partidas para dependencia. Y cuando algunos gobiernos autonómicos del PP -el de Castilla La Mancha que gobierna Cospedal, por ejemplo- cierran casas de acogida para mujeres maltratadas como primera medida para ahorrar en gastos. Y… En fin, todo esto es lo que han denunciado hasta la sociedad políticos/as y gentes de todo tipo y condición hasta convertir las redes sociales en un hervidero de indignación hacia el ministro de Justicia. Pero en la intervención parlamentaria de Gallardón hay más, mucho más.

“Vamos a insistir en la formación, en la información, en la prevención y en la promoción de la inserción sociolaboral de las mujeres embarazadas, y en establecer garantías para conciliar su vida laboral, personal y familiar”, ha pormenorizado el ministro. Y, entonces, me ha venido a la cabeza otra imagen que creía enterrada en lo más profundo de mi memoria: la de las esforzadas activistas de la Sección Femenina del Franquismo, que crearon toda una red de adoctrinamiento para convertir a las mujeres que caían en sus garras -que éramos todas porque el régimen no dejaba otra opción- en “buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas”. Si observan con detenimiento, se percatarán de que el lenguaje no es ni parecido, pero en el fondo late un mensaje en uno y otro caso que, con décadas de diferencia, corre en paralelo. Se da por hecho que una mujer embarazada que decide abortar es una descarriada a la que hay que reconducir a la senda correcta. No es que en el ejercicio de su libre albedrío haya tomado una decisión por los motivos que sean y que, solo faltaría, son cosa suya. Es que está confundida y desorientada y hay que poner todos los medios para sacarla de su error. La clave está en lo de la “formación” y la “información”. Porque no nos equivoquemos. Lo de la inserción sociolaboral, tal y como están las cosas, suena a voluntariado asistencial al estilo del que imponían las seguidoras de Pilar Primo de Rivera y del que pretende promocionar la alcaldesa Botella para recolocar a los parados, otros maleantes a los que hay que recuperar para una vida decente y de provecho. No andaba muy descaminada la diputada socialista que ha interpelado a Gallardón, Ángeles Álvarez, cuando le ha reprochado sus compromisos con el fundamentalismo.

Fundamentalista o no, al ministro habría que recordarle que la Sección Femenina desapareció de este país en cuanto murió el dictador y que no dejó ni rastro. Yo he tenido que escuchar su intervención en el Pleno del Congreso para recordar que un día existió. El paso atrás al que va a obligarnos con su reforma del aborto será un paréntesis que, visto con la perspectiva de los años, nadie entenderá y solo servirá para empequeñecer su talla política. Las mujeres hemos peleado demasiado para que ahora nos obliguen a retroceder sin más. Él sabrá si merece la pena con tal de tener contenta, brevemente, al ala ultra de su partido.
Leido en Republica.com

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